Pídala Cantando/LXIII
El lector y comentarista habitual de este blog, Christian Guisa, me ha pedido rescatar un texto que se encontraba en el extinto sitio cinevertigo.com. Esta crítica de El Ladrón de Orquídeas fue escrita hace más de dos lustros.
El
inclasificable dúo de la genial ¿Quieres Ser John Malkovich? (1999), el
director Spike Jonze y el guionista Charlie Kauffman, volvió con El Ladrón de
Orquídeas (Adaptation, EU, 2002), una desconcertante comedia sobre un guionista
que no puede escribir la adaptación de un best-seller que, de por sí, es
imposible de llevar a la pantalla. La segunda película dirigida por el exmarido
de Sofia Coppola es muchas cosas a la vez: meditación sobre la dificultad de
hacer arte en el seno del monstruo comercial hollywoodense, reflexión sobre la
pasión (o falta de ella) que puede dirigir nuestras vidas, burla fílmica que no
deja títere con cabeza (empezando por la gente que la hizo) y, last but nos
least, un cruel juego genérico que termina haciendo (de manera consciente, por
supuesto) todo aquello que critica.
La referencia obvia de El Ladrón de
Orquídeas es, todo mundo lo ha dicho, la obra maestra de Fellini 8 ½ (1963).
Sin embargo, aunque la cinta de Jonze/Kauffman se sostiene bien en la
comparación con el clásico fellinesco, en realidad estamos ante OTRA clase de
animal, infectado por el delirio autorrefencial del postmodernismo y sofocado
en más de una ocasión por las innumerables ideas que luchan una contra otra a
lo largo de las dos horas de duración del filme. Hay también otra notable
diferencia: 8 ½ es una historia de amor
al cine a través de una trama que sigue a un famoso director que no sabe cómo
hacer si siguiente película, mientras en El Ladrón… vemos al guionista Charlie
Kauffman (Nicholas Cage) angustiado por su imposibilidad de adaptar un libro a
la pantalla grande, todo ello en una trama que NO es una historia de amor al
séptimo arte sino una brutal sátira del mismo (sátira que, además, raya en la
misantropía y el masoquismo). Lo increíble es que Jonze y Kauffman se salen con
la suya: hacen el pastel, lo adornan, se comen ellos solos una parte y el resto
se lo estrellan en la cara a todo el que se deje. Y encima los nominan al Oscar
y ganan en Berlín.
Charlie Kauffman está en líos: es
corrido del set de ¿Quieres Ser John Malkovich?, no puede avanzar en su
adaptación del libro El Ladrón de Orquídeas de Susan Orlean (Meryl Streep), su
hermano gemelo bueno-para-nada Donald (otra vez Cage) resulta ser mejor
guionista que él y, para acabarla, empieza a sentirse atraído por Susan, quien
a su vez parece estar interesada en el protagonista del libro que ella escribió,
John Laroche (el oscareado Chris Cooper), un excéntrico tipo desdentado que le
da por robar orquídeas en los pantanos de Florida.
No pretendo ni siquiera tratar de
contarle de qué trata la película. Baste decir que, a diferencia de lo que le
dice Charlie a una productora hollywoodense (“no quiero escribir nada que tenga
violencia, sexo ni drogas”), El Ladrón de Orquídeas está llena de eso
(violencia, sexo y drogas), además de traumas personales, adulterio, balazos,
persecuciones en los manglares, una docta explicación sobre darwinismo,
caimanes hambrientos y… bueno, hasta la inhalación de polvo de orquídeas como
si fuera cocaína. Para cuando llegamos a este punto (me refiero a la susodicha
inhalación de polvo de orquídeas), la historia no tiene ya pies ni cabeza y sale
desbocada cual burro sin mecate .
Es evidente que Jonze y Kauffman lo hicieron todo con toda la
intención de molestar y vaya que lo logran: uno termina mitad asombrado, mitad
molesto por la osadía del par de provocadores profesionales. ¿Acaba uno de ver
una gran película o un gran timo cinematográfico? No lo sé. Mejor déjeme
anotarlo de esta manera: estamos ante un gran timo que, por lo mismo, resulta
ser una gran película. ¿O era al revés? Déjeme llegarle al polvo de orquídeas y
luego termino de explicarle.
Comentarios
Gracias Ernesto!