La Chica del Sur
En julio de 1989, el entonces joven de 24 años José Luis García tuvo
la oportunidad de viajar de Buenos Aires a Pyongyang, Corea del Norte,
"a través de cuatro continentes", para asistir al XIII Festival
Internacional de Jóvenes y Estudiantes, un encuentro de la muchachada
comunista patrocinado por la entonces Unión Soviética. El año es clave:
estamos a unos meses de la caída del Muro de Berlín y tres semanas
después de la matanza de estudiantes chinos en la plaza de Tiananmen.
Aunque, a decir verdad, esto de la ideología y la historia le importaba
muy poco al futuro cineasta: él había viajado hasta las antípodas con el
fin de olvidar un trauma amoroso y estaba sustituyendo a su hermano
mayor -él sí militante comunista- que de último minuto no había podido
subirse al avión.
García, que desde entonces ya tenía madera de
documentalista, tomó su cámara VHS y decidió grabar todo lo que pudiera.
El resultado es fascinante: la primera parte de La Chica del Sur (Argentina, 2012) es un viaje por el túnel de tiempo
en el que los ilusionados/ilusos jóvenes comunistas de todo el mundo
discutían, cantaban, bailaban y redactaban sumarios, mientras llegaban a
consensos tan originales como la necesidad de abolir la deuda externa de
los países en vías de desarrollo o a documentos de tal trascendencia
como ese en el que el Partido Comunista Inglés aceptaba la soberanía
argentina sobre las Malvinas -a saber por qué el gobierno británico no
le ha hecho caso-, todo ello aderezado por coros del tipo "el pueblo
unido jamás será vencido" y exigencias de que los yanquis sacaran sus
garras de Centroamérica -claro que, cuando en ese mismo tenor, alguien
propuso condenar el reciente asesinato masivo de estudiantes en
Tiananmén, la mayoría de las valientes delegaciones comunistas no estuvo
de acuerdo. Y es que una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa: no
había por qué molestar a los camaradas chinos.
En pleno festival, algo inesperado sucede: una
jovencita sudcoreana llamada Sukyong Lim aparece en Pyongyang y se
convierte en la estrella del evento. La muchacha aboga por la
reunificación de las dos Coreas, habla en conferencia de prensa sobre el
adoctrinamiento anticomunista en su país y dirige emotivos discursos en
plazas públicas y universidades. Por supuesto que cuando todo esto acaba, "La Flor de la Reunificación" -así fue
bautizada de inmediato- tendrá que enfrentar cargos de
espionaje y una pena de prisión por tres años y medio cuando decide cruzar la
frontera que divide las dos Coreas.
Han pasado 20 años de esto, pero García
-el consistente y articulado narrador en off de su propia historia-
nunca se pudo quitar de la cabeza a esa atractiva jovencita que desafío a su país y pagó con cárcel por ello. Decidido a saber qué
pasó con Lim, investiga sobre su paradero, sabe de un fallido matrimonio,
de la muerte de un hijo y de su actual trabajo como profesora de medios de
comunicación en la Universidad de Hankuk. Ayudado por Alejandro Kim, un
traductor coreano que vive desde los 9 años en Argentina, García viaja
otra vez a Corea -esta vez a Seúl- para entrevistarse con la
redescubierta Sukyong Lim, convertida en una dificil y distante mujer que
no entiende muy bien qué quiere ese argentino de ella.
Tengo que
confesar que yo tampoco sé muy bien qué quiere el director de ella. Escribí líneas atrás que
La Chica del Sur es la historia de José Luis García y creo no
equivocarme: este notable flme documental no es tanto la biografía de la
entusiasta jovencita Su-kyong convertida en la elusiva profesora Lim,
sino la crónica de la obsesión del cineasta García por la imagen de esa
muchacha que le fascinó cuando él mismo era un confundido veinteañero. Y
el asunto es que Lim no está dispuesta a abrirse fácilmente. No se
siente bien siendo admirada, no se siente tranquila ante las preguntas,
no se siente con la voluntad de ser protagonista de nada. Las utopías se
acabaron desde hace tiempo y lo que queda son los reflejos de ellas:
acaso no más que una caprichosa obsesión juvenil por una muchacha que
fue y que ya no es. Acaso lo única que queda es la posibilidad de explorar/exorcisar esos recuerdos y memorias a través del cine.
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