Corazón del Tiempo

Vi Corazón del Tiempo (México-España, 2008), el quinto largometraje de Alberto Cortés, en Guadalajara 2009. La cinta me provocó reacciones encontradas, como argumenté aquí mismo en su momento pero, al colocar de nuevo todo en la balanza, creo que los elementos positivos pesan más que mis objeciones.
El lirismo narrativo-musical con el que Cortés cuenta esta idílica historia de amor en tierras zapatistas puede que sea ingenuo pero, con todo y su cursilería, funciona. Los diálogos recitados por los actores no profesionales -auténticos pobladores de las bases de apoyo zapatistas- suenan huecos, sin duda, pero esto se compensa, en parte, por la sinceridad de la protagonista, la guapa Rocío Barrios, quien encarna con justeza a la jovencita enamorada Sonia, quien se dice "cambiada" cuando ve en la selva a su cantarín revolucionario Julio y que luego explica con tajante sencillez por qué no ama a su novio impuesto Miguel ("No hay emoción") y que, aunque confundida a veces, nunca pierde la noción de lo que realmente desea ("Quiero a Julio, eso sé").
El amor entre Sonia y Julio causa problemas en las comunidades de ambos: en el pueblo de Sonia, sus padres tienen que regresar cierta vaca perjuiciosa que se había dado como dote; entre los combatientes zapatistas, la capitana Adriana tiene que reconvenir a Julio quien, por andar enamorando a Sonia, está distraído y ha faltado a sus deberes
Por supuesto, el retrato del zapatismo hecho en el guión escrito por el propio cineasta y Herman Bellinghausen no renuncia a cierto didactismo rollero y a una visión idílica del movimiento y sus bases de apoyp (¿de verdad así de civilizadas son sus asambleas?), pero mi objeción central al filme no radica en esto. Más bien se debe a que el sano feminismo que encarna Sonia (y su encantadora abuela) termina cuando con ello se ponen en duda las reglas del zapatismo. Es decir, está mal que quieran obligar a Sonia a casarse con quien no quiere, está peor que den una vaca -y además desastrosa- por ella, pero no está mal que a Sonia se le imponga, al final, que siga al revolucionario Julio -como lo hacía María Félix con Pedro Armendáriz en Enamorada (Fernández, 1946)-, cuando el problema principal era, precisamente, que ella no quería irse al monte con los zapatistas. Así pues, al final de cuentas, Sonia tendrá que tragarse su rebeldía y se irá a algún lugar de la selva lacandona en compañía de su elocuente revolucionario, que la convence diciéndole "nada quiero mío, sólo vos".
Y con todo que este desenlace me cause roña, la realidad es que el lirismo de la historia de amor pasada por música y canciones, me resulta encantador.
El lirismo narrativo-musical con el que Cortés cuenta esta idílica historia de amor en tierras zapatistas puede que sea ingenuo pero, con todo y su cursilería, funciona. Los diálogos recitados por los actores no profesionales -auténticos pobladores de las bases de apoyo zapatistas- suenan huecos, sin duda, pero esto se compensa, en parte, por la sinceridad de la protagonista, la guapa Rocío Barrios, quien encarna con justeza a la jovencita enamorada Sonia, quien se dice "cambiada" cuando ve en la selva a su cantarín revolucionario Julio y que luego explica con tajante sencillez por qué no ama a su novio impuesto Miguel ("No hay emoción") y que, aunque confundida a veces, nunca pierde la noción de lo que realmente desea ("Quiero a Julio, eso sé").
El amor entre Sonia y Julio causa problemas en las comunidades de ambos: en el pueblo de Sonia, sus padres tienen que regresar cierta vaca perjuiciosa que se había dado como dote; entre los combatientes zapatistas, la capitana Adriana tiene que reconvenir a Julio quien, por andar enamorando a Sonia, está distraído y ha faltado a sus deberes
Por supuesto, el retrato del zapatismo hecho en el guión escrito por el propio cineasta y Herman Bellinghausen no renuncia a cierto didactismo rollero y a una visión idílica del movimiento y sus bases de apoyp (¿de verdad así de civilizadas son sus asambleas?), pero mi objeción central al filme no radica en esto. Más bien se debe a que el sano feminismo que encarna Sonia (y su encantadora abuela) termina cuando con ello se ponen en duda las reglas del zapatismo. Es decir, está mal que quieran obligar a Sonia a casarse con quien no quiere, está peor que den una vaca -y además desastrosa- por ella, pero no está mal que a Sonia se le imponga, al final, que siga al revolucionario Julio -como lo hacía María Félix con Pedro Armendáriz en Enamorada (Fernández, 1946)-, cuando el problema principal era, precisamente, que ella no quería irse al monte con los zapatistas. Así pues, al final de cuentas, Sonia tendrá que tragarse su rebeldía y se irá a algún lugar de la selva lacandona en compañía de su elocuente revolucionario, que la convence diciéndole "nada quiero mío, sólo vos".
Y con todo que este desenlace me cause roña, la realidad es que el lirismo de la historia de amor pasada por música y canciones, me resulta encantador.
Comentarios
eso significa que tendré que verla???
Las objeciones son ideológicas?
En la balanza triunfan las emociones?
Hay muchos puntos de vista similares en la red, y al final todos resumen lo mismo, la carga emotiva triunfa sobre el absurdo (para quienes no creemeos en la magnitud de su organización).
Seguramente pasarán semanas para tener la oportunidad de disfrutarla, pero ya estamos acostumbrados a ello.
En el sitio oficial hay cuadros preciosos.
2046
Ejem... Ejem... ¿Quién ganó esta semana? Aunque no sé qué signifique eso, pueh.
Pero sí, creo que a mi también me molestó que la cinta estuviera en la onda del Indio, pero sin el toque de comedia romántica, tanto ideal para nada. Y la historia de amor, a diferencia suya, me resultó irritante, a lo mejor porque me caía mejor el chico del pueblo, tan buena gente que se veía.
Pero bueno, visualmente, que bonita es.